"Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin… Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin… La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días." Daniel 8:17, 19, 26.
Esta profecía apunta al fin de la historia, el momento en que Dios pondrá en orden todas las cosas. Los versículos elegidos para la reflexión de hoy dicen claramente que esta profecía es “para el tiempo del fin”, que señala el “fin de la ira” y que “es para muchos días”.
La purificación del Santuario en Daniel 8:14, que remite al Día de la Expiación de Levítico 16 (o Yom-Kippur), se corresponde con el juicio celestial de Daniel 7, y está también relacionada con la piedra no cortada con mano de Daniel 2, que es la inauguración del Reino eterno de Dios sobre la Tierra, que destruye a todas las potencias terrenales.
Pero ¿qué representaba la ceremonia singular del Día de la Expiación? Mañana lo veremos con más detalle. Pero, hoy, quiero dejarte con el mensaje de que en este momento, en el cielo, tu Salvador, como tu gran Sumo Sacerdote, está intercediendo por ti, presentando su sangre ante el Trono de Dios como garantía suficiente para el perdón de tus pecados, para cubrir tus faltas, tus defectos y debilidades, porque te ama y dio su vida por ti: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb. 7:25). Y, porque pasó por el mismo terreno que tú, al hacerse hombre y vivir como hombre entre los hombres, sujeto al cansancio, la debilidad, las pruebas, las tentaciones y el dolor, puede comprenderte en tus luchas y caídas, “porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb. 4:15).
Por tal motivo, “acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4:16).
DEVOCIÓN MATUTINA JÓVENES 2015
EL TESORO ESCONDIDO
Por: Pablo M. Claverie
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